13 de diciembre de 2009


Ejemplo de humildad. ¡Cómo te sentías pequeño a tus ojos, oh San José! ¡Cómo amabas tu pequeñez! Siempre en la sombra, mantuviste tu vida bien escondida para responder al proyecto de Dios.

Ayúdame, oh San José, a huir de la vanagloria. Haz que encuentre gusto en la humildad y en relativizar mis intereses personales.

Ejemplo de fortaleza. Sin duda, oh San José, tu fortaleza, como jefe de familia, fue fundamental en los momentos cruciales que los Evangelios nos dejan entrever. Pero seguramente se consolidó luego en el trabajo de cada día.

Ayúdame, oh San José, a no desfallecer frente a las tentaciones, fatigas y sufrimientos.

Ejemplo de obediencia. Fue admirable tu obediencia en lo poco que los Evangelios nos revelan. Obedecer, casi a ciegas, a lo que las circunstancias iban indicándote como querer de Dios.

Aleja de mí, oh San José, todas las excusas que mi egoísmo y flojera me presionan para no cumplir la voluntad de Dios.

Ejemplo de justicia. El evangelio te definió hombre justo, querido San José. Lo cual para nosotros ahora significa ser persona que actúa para con Dios y los hombres con rectitud y honestidad.

Alcánzame, oh San José, la ayuda para mantener actitudes Sanas en mis relaciones con Dios y los hombres.

Ejemplo de prudencia. Tu prudencia, querido Santo, se manifestó en la correcta valoración de las circunstancias para tomar en tu vida aquellas decisiones que mejor favorecían a tu propia familia.

Haz, oh San José, que yo no tome decisiones importantes sin antes valorar bien a quienes realmente puedan afectar.

Ejemplo de pobreza. La vida pobre y escondida en Nazaret, a lado de tus seres queridos, te llevó, querido Santo, a ser un trabajador responsable y activo, sin escatimar sacrificio alguno.

Obtenme, oh San José, la gracia del espíritu de pobreza, siendo responsable en mis quehaceres.

Ejemplo de gratitud. Nadie después de tu esposa, querido San José, recibió, de la bondad de Dios, tanto como tú. Y después de María, nadie cultivó tanto un corazón agradecido por los dones recibidos.

Haz, oh San José, que yo sea consciente de los dones que Dios me otorga cada día.