18 de diciembre de 2009

En esta tercera semana de Adviento, hay una insistente invitación al gozo, al regocijo, al júbilo.

El protagonista es hoy, como la semana pasada, Juan el Bautista. El precursor del Señor predica sin medias tintas ni atenuantes la conversión y pide a todos: “¡Den frutos dignos de conversión!”.

La gente que le escucha es de condición y profesiones diferentes y demuestra haber comprendido que tiene que cambiar algo en su vida.

Juan no excluye a nadie de la posibilidad de la conversión, de la salvación. Acoge la petición, aprecia la buena voluntad de cambio de todos: la gente, los publicanos, los soldados... Es ésta una postura que nos debe hacer reflexionar personalmente y como miembros de la Iglesia.

Tres veces le repiten a Juan la pregunta: “¿Qué debemos hacer?” y se la plantean no de forma genérica, casi evasiva, sino personalizada: “Y nosotros, ¿qué debemos hacer?”. Y es que la relación de Dios con cada uno de nosotros en única, personal. Cada persona se siente llamada a responder a su amor que nos invita a convertirnos, a ser más auténticos, desde nuestra situación concreta, no desde clichés estándar, iguales para todos, indefinidos.

La pregunta que le plantean al Bautista unos y otros “¿Qué debemos hacer?” puede significar el punto de partida de una auténtica conversión; parece presuponer, en efecto, la renuncia a la propia seguridad y autosuficiencia y el reconocimiento de que la Palabra escuchada contiene un mensaje, una llamada para mí, para cada uno, hoy, en la situación concreta que esté viviendo.

Ésta será siempre una interpelación a realizar en mi vida, en nuestra vida, según las palabras de Juan: la justicia, la solidaridad, la caridad...

“El que tenga dos túnicas y comida, que reparta...; no exijáis más de lo establecido; no hagáis extorsión a nadie...”.

El mensaje, la predicación de Juan sigue teniendo hoy toda su vigencia y actualidad.

Ojalá que la conversión que “en alegre esperanza” intentamos vivir en este Adviento se traduzca en un cambio de mentalidad, que nos lleve a pequeñas o importantes opciones de verdadera atención a los que sufren, apertura sincera ante las necesidades de quienes viven cerca o lejos de nosotros: en oración y obras.

Esta semana te invitamos a que tengas la mirada fija en el “que está en medio de nosotros”, Cristo Jesús, el Señor preguntándole:

“¿Qué quieres que haga Señor?”