Prepararnos para la venidera Pascua, para estar en comunión con Él es un verdadero objetivo. PASCUA significa paso de la muerte a la vida. Morir a nuestras debilidades para tener hambre y sed de Dios
Es aprender a amar Al que nos amó tanto que se quedó escondido, oculto tan sólo en un trozo de pan. Cristo se convirtió en Pan de Vida porque comprendió la necesidad, la sed, el hambre que teníamos de Él. Y nosotros debemos comer de este pan y la bondad de su amor para poder compartirlo.
A través del pan, Dios nuevamente se hace pequeño porque comprende que somos seres necesitados de Él y que necesitamos de su presencia viva y tangible para poder seguir adelante y hacer posible el reino de Dios en la tierra. ¿Que seríamos nosotros sin
Ahora es tiempo de saciar esa sed que tenemos de Él, de despojarnos de todo para dejarlo habitar y participar de nuestra vida. Si estamos unidos a Él, entonces daremos muchos frutos. Si nos acercamos a Él con la confianza de que el sanará nuestras heridas y nos perdonará nuestros pecados resucitaremos a la verdadera vida.
Pensemos en la mujer pecadora: ¿Cuánto agradecimiento y amor habrá nacido en el corazón de esa mujer? ¡Se sintió respetada, aceptada como ella era, también con sus miserias y pecados! Pero, sobre todo, se supo comprendida, perdonada, acogida y elevada a una dignidad mayor.
¡Éste es el poder y el secreto de la misericordia de nuestro Señor! Al igual que al hijo pródigo, la ternura del corazón de Dios destruye lo pasado, regenera, da nueva vida. Jesús perdonar a la mujer y de la misma forma a cada uno de nosotros. Nunca nos humilla. Nos respeta, nos eleva, nos dignifica. Y, sobre todo, nos lleva al Corazón del Padre, a la experiencia del amor infinito de Dios. Si así es la misericordia del Padre, ¿cómo no acercarnos a pedirle perdón y a reconciliarnos con Él? ¿Qué estamos esperando para convertirnos en esta Cuaresma? ¿Por qué no volver a Dios con todo el corazón y con toda el alma, a través de la confesión y de los sacramentos? ¡No lo dejes para mañana! Hoy es el día de la salvación.
De eso se trata entonces esta cuaresma, de aprender a amarlo de manera autentica y total, arrepintiéndonos de corazón por nuestros pecados y así aprender a amar al prójimo y a contagiarlo a cuanto nos rodea. Escuchemos en esta semana las maravillosas palabras, brotadas directamente del corazón de Dios a cada uno de nosotros:
« Vete, y en adelante no peques más.» (JN 8,11)