Jesús nos llama a reconocerlo, a amarlo, a alabarlo, aquí y ahora, en este encuentro frente a Su Altar. También nos recuerda cómo: con todo lo que somos, con la nada que tenemos. Jesús, se entregó todo, porque quiere todo de nosotros.
En este momento de oración y silencio, en esta Cuaresma del alma, permanezcamos cerca de Jesús, como sus discípulos amados. Jesús, que siendo Dios, se hizo Hombre para entrar en
Pero, ¿por qué Jesús nos remarca este Primer Mandamiento? Porque es importante que meditemos nuestro lugar en el plan del Creador. Nos resulta tan fácil actuar como señores, sin compasión, sin perdonar, haciendo de los demás esclavos…
“¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de ti?"… Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos»” (Mt 18, 33 y 35)
Sólo cuando amamos a Dios, podemos amar al prójimo. Sólo cuando Dios es lo primero en nuestras vidas y experimentamos su Misericordia y Perdón, podemos perdonar como Jesús, hasta el extremo. Porque a veces, el amor es soledad, rechazo y cruz por los demás.
Pero esa cruz, es el camino a la verdadera libertad, ñeque es la obediencia al único Señor Verdadero, al Padre, Abbá, a Papá. Su Plan es el Único que nos lleva a la Felicidad. Cuando Dios es nuestro centro, somos libres y liberamos a los demás en el amor.
Porque recibimos primero el amor de Dios, que nos envió a su Hijo Único, es que podemos igualmente nosotros amar a Dios como nos pide, siguiendo Su dulce Ejemplo perfecto: que Reconoce, que Ama, que Obedece, que se Entrega a una Cruz que nunca mereció.
En esta Cuaresma, volvamos a la oración, al ayuno y la abstinencia. Es un período para despojarnos de las cosas que nos distraen y que son superficiales. Este es un tiempo para meditar, enfrentarnos a nuestras faltas y remediarlas: es el momento para dialogar con el Padre, sobre el Sacrificio del Hijo, en
En esta Cuaresma, volvamos a la confesión, que tanto bien nos hace, con la paz que nos trae y la humildad y el propósito de reparación que nos demanda. Porque los males realizados, Dios los ahoga en un Mar de Bien, así nosotros, mediante acciones buenas y sinceras, silenciosas o públicas pero despojadas de orgullo, hacemos Su Voluntad. Dios todo lo ve y todo lo escucha.
En esta Cuaresma, que nuestra confesión sea un modo íntimo de acercarnos a Dios Misericordia y de desagraviar también a quienes dañamos, porque en el rostro de nuestro prójimo, está el de Jesús.
No en vano, Jesús nos dice que:
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"«El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento más grande que estos»¨ (MC 12, 28, 31)