1 de diciembre de 2009

Jesús se hace hombre solidario como todos los hombres.

La encarnación


Me pongo en presencia de Dios.

PETICIÓN: Que pueda ver Señor Tu encarnación como mapa de mi esperanza.

“Obras son amores, no buenas razones” decía Santa Teresa. Muchas veces creemos que amar es hablar de amor y nos podemos perder en palabras más que en obras. El amor cuando es verdadero se hace concreto, se encarna. El amor de Dios es tan concreto que se hizo hombre, no podía sino materializarse en cercanía, en solidaridad con el hombre hasta compartir la muerte. El amor de Dios ha tomado siempre la iniciativa, no solo porque nos creo, sino nos llamo, nos buscó.

Es así que, el Padre se ha quedado mudo, nos los ha dicho todo dándonos a su Hijo querido. Si esto uno lo explicara en forma sencilla, más simple diría, por eso hay que adorar al pesebre, por eso hay que adorar al niño, porque se nos entregó, nos lo dieron, se hizo carne la palabra eterna del padre, para comunicarse, entregarse. Dios añora que tengamos verdad completa y nosotros tenemos sed de verdad completa. Nuestra vida es una búsqueda de la verdad y Dios está deseando comunicarnos. Entonces hará falta hacer juntos el camino, aprender a oírlo. La verdad que nos va a hacer verdaderamente libres es, justamente, la comprensión de la Palabra hecha carne, del amor que se vuelve concreto, se vuelve cercana, próxima, personal.

Por lo que no se trata solo de escuchar esta Palabra, sino que esta Palabra para entenderla hay que vivirla, hay que hacerla carne. Su humanidad es el camino que hay que recorrer para poder llegar a la Verdad y la Vida. Por eso, nosotros tenemos que recorrer sus mismos pasos, tener sus sentimientos, sus actitudes frente al Padre, ante los hombres, ante la vida, ante el dolor, ante el gozo, ante la creación. Si queremos entender a Jesús, hay que vivirlo hecho carne en nuestra propia humanidad que nos fue regalada gratuitamente.

La imagen que se aprecia de Jesús en la contemplación de la Encarnación, en el pesebre, en Nazaret, y en los caminos de Galilea ,es la de un Jesús que ha asumido todas las condiciones del hombre desposeído de bienes, de poder , de ansias de dominio o de fama .Es un hombre que comparte extremas condiciones de pobreza, de inequidad , que busca la formas concretas de servir y de aliviar a quien tiene cualquier padecimiento y es un hombre que sufre las consecuencias del poder despótico de la época, hasta el extremo de ser condenado a muerte de cruz. Y es este Jesús quien se compromete en una misión de EVANGELIZACION, por encargo expreso de su Padre.

Anunciación-Encarnación del Hijo es la manifestación más sublime de ese amor divino a los hombres, la cumbre del designio amoroso de Dios Comunión. Ella nos revela la iniciativa divina de Aquel que sale al encuentro del hombre: "Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna" (Jn 3, 16).

El misterio del Verbo Encarnado no sólo nos manifiesta quién es Dios. También resulta una clave imprescindible para ahondar en el misterio del propio ser humano. A la luz de la Encarnación y su misteriosa realidad en los hechos, dichos y vida del Señor Jesús, la persona se descubre a sí misma y percibe la grandeza de su destino.

En efecto, "¡vale la pena ser hombre, porque el mismo Hijo de Dios se ha hecho hombre!", como bien ha dicho el Papa Juan Pablo II (Homilía durante la misa del Domingo de Ramos en el Jubileo de los Jóvenes, 15/04/1984, 3). El Hijo de Santa María "manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación" (Gaudium et Spes, 22). Sólo puede descubrirnos el significado pleno de la verdadera humanidad Aquel que siendo Dios se ha hecho hombre como uno de nosotros, elevando la dignidad del ser humano hasta lo inimaginable, dando así a la vida humana la dimensión que quería darle desde sus comienzos (Redemptor hominis, 1). No en vano San Irineo exulta lleno de asombro: La gloria de Dios es el hombre viviente (San Irineo, Adversus haereses, 4, 20, 7).

Jesús se hace hombre solidario como todos los hombres. A pesar de su condición divina, no hace alarde de su categoría de Dios, antes bien se despoja de sí mismo, haciéndose pasar por uno de tantos (Flp 2, 6-7). Su amor por los seres humanos es tal que se hace semejante a nosotros en todo, menos en el pecado (Heb 4, 15), compartiendo nuestras debilidades y flaquezas, hasta el extremo de entregar en servicial y amorosa obediencia la propia vida en el madero de la Cruz (Flp 2, 8).

“Tu, has provocado la Encarnación San Ignacio. Como María, medito estas palabras en el corazón…

DIALOGO con Jesús: pido, agradezco, le comparto, lo escucho…

ESCRIBO aquello que me quedo sonando en mi corazón.