Javier era un hombre de gran corazón, capaz de responder a la llamada de Jesucristo e ir a evangelizar hasta los confines de la tierra y convertirse en el gigante de la propagación de la fe, a quien el Papa Pío XI nombró patrono de las misiones "Señor, tú has querido que varias naciones llegaran al conocimiento de la verdadera religión por medio de la predicación de San Francisco Javier", que había nacido en 1506, en el castillo de Javier en Navarra, cerca de Pamplona, España, el que a los dieciocho años fue a estudiar a la Universidad de París, donde en 1528 obtuvo el grado de licenciado; que residió en el colegio de Santa Bárbara, tuvo como compañero de la pensión a Pedro Fabro, que le llevó a conocer a Ignacio de Loyola, bastante mayor que sus compañeros, cuya influencia rehusó, que le repetía la frase del evangelio: "¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma?". Este pensamiento le parecía fastidioso y contrario a sus aspiraciones, pero poco a poco fue calando e interpelando su orgullo y vanidad. Por fin San Ignacio logró que Francisco hiciera los "Ejercicios Espirituales", guiado por Ignacio y quedó transformado por la gracia. Comprendió las palabras que Ignacio: "Un corazón tan grande y un alma tan noble no pueden contentarse con los efímeros honores terrenos. Tu ambición debe ser la gloria que dura eternamente".

Fue uno de los siete primeros seguidores de San Ignacio, fundador dela Compañía de Jesús, consagrándose al servicio de Dios en Montmatre, en 1534. Hicieron voto de absoluta pobreza, y resolvieron ir a Tierra Santa para comenzar desde allí su obra misionera, poniéndose a la total disposición del Papa. Recibió la ordenación sacerdotal en Venecia y compartió las vicisitudes de la naciente Compañía. Colaboró con Ignacio en la redacción de las Constituciones de la Compañía de Jesús. Será amado por Ignacio y él le devolverá amor. Veámoslo: Estaba en Cochín el 29 de enero de 1552. Francisco Javier tenía cuarenta y seis años, acababa de volver de su aventura en Japón y está escribiendo al Padre de su alma Ignacio de Loyola: "Verdadero Padre mío: una carta de vuestra santa caridad recibí en Malaca agora cuando venía de Japón; y en saber nuevas de tan deseada salud y vida, Dios sabe cuán consolada fue mi alma; y entre todas muchas santas palabras y consolaciones de su parte, leí las últimas que decían: "Todo vuestro sin poderme olvidar en tiempo alguno. Ignacio"; las cuales así como con lágrimas leí, con lágrimas las escribo, acordándome del tiempo pasado, del muchos amor que siempre me tuvo y tiene..." Corazón de Javier, corazón tierno para la amistad, fiel y delicado, sensible, impresionable. Tal el hombre, el navarro ardoroso a quien las fatigas sin cuento afinaron su afectividad. Hombre pronto al amor, a la ilusión, al entusiasmo, a la gratitud también, al cariño. Hombre por ello fácil a las depresiones y tristezas. San Francisco Javier fue canonizado en 1622, junto con Ignacio de Loyola, Teresa de Ávila, Felipe Neri e Isidro Labrador.

Fue uno de los siete primeros seguidores de San Ignacio, fundador de