Te invitamos que, para este momento de oración, le pidas a Jesús especialmente: “Señor que TU AMOR me ayude a VERTE”.
Cuando Tomás vio a Jesús, cuando oyó su dulce voz, se dio cuenta de que, allá en el fondo, siempre había creído en la resurrección, que la deseaba con todo el corazón. Se dio cuenta de que se negaba a ella por miedo a ser engañado en algo que deseaba tanto; que se había estado muriendo de deseo y de miedo de creer al mismo tiempo. Ante Jesús, la respuesta de Tomás es un acto de fe, de adoración, un golpe de entusiasmo y de entrega sin límites: ¡Señor mío y Dios mío! En esta frase la primera desconfianza se transforma en fe inquebrantable. La humillación de su duda lo lleva al reconocimiento más claro de la divinidad de Jesús, a un reconocimiento íntimo. Jesús lo ha amado tanto, lo ha amado con tanto esmero, que de esta falta, de esta amargura ha hecho un recuerdo maravilloso. Dios es el único que sabe hacer de nuestras faltas, unas faltas benditas, unas faltas que no nos recordarán más que la maravillosa ternura que se ha revelado con ocasión de las mismas.
¡Señor mío y Dios mío! expresa una relación profunda que ningún otro apóstol había experimentado, una relación de amor tierno, una relación que ha crecido por la experiencia, por los encuentros, por las palabras y actos del amor. Es un reconocimiento personal que proviene de la experiencia misma del amor. No necesitaba ya asegurarse de nada. Aquella necesidad de tocarlo se había vuelto absurda. Ahora entendía que sus manos no aportaron nada que no hubieran descubierto mucho antes y mucho más profundamente su fe y su corazón.
Jesús hoy también irrumpió en medio de este encuentro, esta presente enfrente nuestro con todo el amor de su resurrección. En el amor la distancia entre vos y Dios desaparece y sos en Cristo uno con Dios. Pero solo podemos tomar conciencia de este amor de pan y vino siendo creyentes, teniendo fe que el Resucitado realmente esta entre nosotros. Y solo podemos aprender esta fe en presencia de Él. Dejemos en esta noche al Espíritu Santo fortalecer nuestra fe y nuestro amor a Cristo resucitado, realmente presente en el Santísimo Sacramento.
¡El Santísimo Sacramento es realmente la persona de Jesús, aquí con nosotros, en este mismo lugar y en este mismo momento! Jesús esta presente delante de nuestros ojos, con todo el poder de Su Resurrección, que derrama gracias abundantes sobre todos aquellos que se acercan a Su divina presencia. Si pudieras ver a Jesús en el Santísimo Sacramento, ¿no reservarías una hora todos los días para estar con Él? Si pudieras verlo como realmente Él es, ¿no adorarías de rodillas anonadado por su presencia? Si Jesús se hiciera visible en el Santísimo Sacramento todo el mundo querría estar junto a Él. Y, ¿no le diría Jesús a cada uno lo que le dijo a Tomás: "Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído"?
La maravilla más grande de su amor no es que Él se aparezca; Jesús te espera en el Santísimo Sacramento. Él quiere que vayas a Él por la fe, para que por toda la eternidad te pueda llamar "BIENAVENTURADO”.
Con cada adoración que hagas, le estás diciendo a Jesús: "Señor mío y Dios mío" (Jn 20,28). Y cada vez Él te dice: "Dichoso eres porque no has visto y has creído".
Nuestra fe necesita la experiencia de sentir el amor de Dios cara a cara y Jesús, por su lado, también necesita de la experiencia de tu amor. Como Santo Tomás presentale hoy tu reconocimiento de fe personal. Intenta expresar lo que Dios significa personalmente para ti, lo que vivís en su presencia. Escucha con el corazón las palabras que emergen de ti. Dile mío porque lo quiere así.
Si nuestra fe en Él es firme, también se apoyará en ella la de otros muchos, para lo cuál es preciso que vaya creciendo de día en día, que aprendamos a mirar los acontecimientos y las personas como Él las mira. Para muchos Cristo es como si estuviera muerto, no cuenta en sus vidas. Pero nuestra fe nos impulsa a decirles de mil formas diferentes que Cristo vive, que nos unimos a Él por la fe y lo tratamos cada día, que orienta y da sentido a nuestra vida.
A través de nuestras manos toca amorosamente a las personas, las anima y sana. A través de nuestro corazón, su amor debe penetrar en el abandono y la soledad de las personas. Al recibir su espíritu podemos hablar, obrar y amar como el. Jesús en su soplo nos hace participe de aquello que posee en su interior mas profundo. Jesús sopla su amor. Su aliento despierta vida.
Pidamos a
