13 de diciembre de 2009

Querido San José…

Padre de Jesús. Escogido por el Eterno Padre, con amor previsor, para ser un padre para Jesús, tú, oh San José, has sido uno de los principales interlocutores en el plan de la salvación, según las promesas de Dios a su pueblo.

Ayúdame, San José, a leer hoy, el proyecto de Dios sobre mi vida, conforme a su plan de salvación.

Hombre de los proyectos divinos. Durante tu vida, tú, San José, no te has preocupado por hacer cosas grandes, sino por cumplir bien la voluntad de Dios, inclusive en las cosas más sencillas y humildes, con mucho empeño y amor.

Enséñame, San José, la prontitud en buscar y realizar la voluntad de Dios.

Esposo de la Madre de Dios. Después de la perturbación inicial, oh San José, tu ‘sí’ a la voluntad de Dios fue claro y preciso, aceptando a María como tu esposa. Fue por tu ‘sí’ que Jesús formó parte, a pleno derecho, de la estirpe de David ante la ley y ante la sociedad.

Te confiamos, oh San José, a todos los padres, para que, siguiendo tu ejemplo, acepten en los hijos el don inestimable de la vida humana.

Hombre del silencio. Junto a Jesús y a María, San José, fuiste hombre del silencio. Tu casa fue un templo. ¡Un templo donde lo primero fue el amor!

Enséñame, oh San José, a dominar mi locuacidad y a cultivar el espíritu de recogimiento.

Hombre de fe. Aún más que Abraham, a ti, San José, te tocó creer en lo que es humanamente impensable: la maternidad de una virgen, la encarnación del Hijo de Dios.

Fortalece, oh San José, a quien se deSanima y abre los corazones para confiar en la Providencia de Dios.

Hombre de la esperanza. Oh San José, tú has vivido en una actitud de serena esperanza ante la persona de Jesús, de quien, durante tu vida, jamás pudiste vislumbrar algo que revelara su divinidad.

Aumenta, San José, mi capacidad de esperanza, alimentando el aceite para mis lámparas de espera.

Hombre del amor a Dios. Oh San José, tú diste pruebas de entrega plena y total a tus seres queridos, Jesús y María, y con ello dabas gloria a Dios.

Enséñame, oh San José, a amar a Dios con todo mi corazón, con toda mi mente y con todas mis fuerzas, y al prójimo como a mí mismo.